En los últimos cinco años, hemos sido testigos de cómo el Aeropuerto Jorge Chávez se ha consolidado como el mejor de Sudamérica; sin embargo, la situación en el interior del país es totalmente contraria. Resulta sorprendente que, en Ucayali, 300 mototaxistas deban juntarse para iluminar la pista del aeródromo y facilitar el despegue de una avioneta; o que Mazamari, en Junín, estuvo inoperante por la desidia de las autoridades. ¿Qué sucede con la red aérea en el interior?
Una radiografía de los 30 aeródromos administrados por CORPAC muestra que 67% tienen pistas de aterrizaje en regular o mal estado de conservación y datan entre 11 y 35 años de antigüedad. Además, aeropuertos como Huánuco, Andahuaylas o Juliaca, han sido víctimas de vandalismo y robos.
Esta precaria situación es alimentada, principalmente, por la inconclusa transferencia de los aeródromos a los Gobiernos Regionales y Locales, ordenada hace cinco años. CORPAC, como cualquier empresa, no tiene incentivos para invertir en infraestructura que deberá transferir, pero por otro lado, los gobiernos subnacionales no toman posesión de ellos pues aducen no tener el conocimiento ni presupuesto para manejarlos. Este círculo vicioso se ha traducido en instalaciones deficientes que limitan la interconectividad en el país.
Por tanto, urge cerrar el proceso de transferencia mediante la dotación de recursos y del acompañamiento técnico de CORPAC a las autoridades locales. El reto de ellos implica utilizar los aeródromos como puertas que fomenten el turismo, conectividad y competitividad en sus ciudades.
Autor: César Jara, Consultor senior – Economía Aplicada de APOYO Consultoría
Fuente: Diario La Exitosa