En artículo reciente en Project Syndicate, Mohamed El-Erian hace notar las divergencias entre los países respecto a sus desempeños económicos y políticas monetarias. Ello genera que los mercados financieros y cambiarios se comporten con una alta inestabilidad y volatilidad.
Respecto de los países actualmente más relevantes, el autor los divide en cuatro categorías: a) India y EEUU, donde la recuperación productiva les ofrece espacio suficiente para superar sus desequilibrios financieros; b) China, cuyo atenuado crecimiento ofrece todavía una base de estabilidad; c) Japón, Brasil, y algunos países de Europa con crecimiento estancado y que enfrentan no pocos riesgos; y d) Rusia y Grecia, países al borde de un precipicio, y que nadie sabe bien cómo evolucionarán.
A falta de un adecuado liderazgo político que permita enfrentar esta situación, los mercados -a través de las tasas de cambio- vienen ajustando abruptamente algunos desequilibrios. Las monedas de casi todos los países se han devaluado respecto del dólar norteamericano; el euro en 25%.
Según el autor, las nuevas tasas cambiarias no van a establecer, por sí solas, un nuevo equilibrio. Para ello se requeriría de mejores políticas a escala nacional, regional y global.
Pero los gobiernos nacionales vienen despeñándose en una creciente disfuncionalidad. En EEUU, el Congreso nada quiere saber con el Ejecutivo; los países europeos son remecidos por el surgimiento de partidos populistas que rechazan la integración regional; Brasil está paralizado por las denuncias de corrupción; el gobierno ruso, dispuesto a recuperar preeminencia regional sin importarle aparentemente el costo económico. Y así.
La economía mundial enfrenta una coyuntura crítica. Los bancos centrales y los mercados no pueden, por sí solos, recuperar el crecimiento. La confianza en casi todos los gobiernos sigue cayendo, afectando así la legitimidad de sus sistemas políticos y la recuperación de sus economías.