En Davos, Nouriel Roubini sugirió un mayor orden en el mercado del arte, para excluir el lavado de activos en el mismo. También para reducir la manipulación de precios y el uso indebido de información privilegiada. Propone que el arte pueda ser visto, algún día, como una categoría de activos de inversión. El oro sería el mercado más parecido, pero es homogéneo y líquido, cosa que el arte no.
Roubini estima en US$ 1 trillion (millón de millones) el valor del arte en el mundo. Sotheby y Christie, cuyas acciones se cotizan en bolsa, registraron en el 2014 ventas por US$6,000 y US$5,000 millones. Sotheby se ha asociado a eBay. Del resto de agentes –otras casas de remate, ferias, museos, galerías comerciales, importantes coleccionistas privados– no se sabe mucho.
Cuando todo funciona bien, el arte, además de ofrecer valor estético, puede ser una inversión rentable. Según el Financial Times, un índice de arte contemporáneo del Art Market Research muestra un incremento compuesto de 13% anual durante los últimos diez años. Pero estos índices pueden ser tendenciosos y no incluyen gastos de mantenimiento y seguros. Cada obra es distinta. La necesidad por vender arte cuando sus propietarios enfrentan problemas de liquidez puede forzar a descuentos muy significativos. Y los gustos cambian como veleta, por lo que la demanda resulta muy dispareja. Obviamente, el arte tampoco produce flujo de efectivo (aunque puedan identificarse algunas fórmulas de asociación imaginativa entre artistas e inversionistas). Y la valuación, muchas veces, depende de criterios arbitrarios.
Roubini estima en US$70,000 millones las transacciones anuales en arte. Hay como setenta fondos que ya invierten en obras y sus resultados han sido mixtos. Algunos bancos han empezado a dar servicios en arte a sus mejores clientes, incluso para el préstamo de obras. Y se ha propuesto establecer un mercado de derivados que permita regularizar precios y generar más confianza.