En su último libro, el periodista inglés Paul Mason afirma: “El capitalismo es un sistema complejo que viene perdiendo su capacidad adaptativa. De allí el término poscapitalismo”.
En la reseña de esa obra, Gillian Tett, editora del Financial Times, comenta que la crítica que Mason hace del sistema puede parecer estridente a muchos, pero su análisis sobre algunas fuerzas que vienen reformulando la economía mundial merece una reflexión mínima.
Según Mason, la revolución tecnológica tiene tres implicancias relevantes para las economías del futuro. Primero, el que la automatización esté reduciendo significativamente la demanda por trabajo; segundo, la erosión en la capacidad del mercado para establecer adecuadamente algunos precios relacionados con la informática; y, por último, el surgimiento de algunos bienes, servicios y organizaciones que no responden fácilmente a los dictados del mercado, ni a la jerarquía gerencial usual. Se estarían así gestando redes de colaboración entre individuos que no coinciden con la visión ortodoxa del interés propio, ni con una asignación eficiente de precios por oferta y demanda.
Un ejemplo referencial es Wikipedia, que ya constituye un recurso fundamental para cualquier estudiante. Si fuese una empresa, podría haber superado US$2,500 millones de ingresos anuales. Pero es otro tipo de institución: un proyecto de 27,000 voluntarios que trabajan gratis, con lo que eliminan la posibilidad de que alguien desarrolle una empresa rentable en el mismo campo.
Mason critica a la izquierda tradicional que sigue focalizada en la interacción mercado-Estado, en vez de reconocer que la tecnología vuelve a todos individualistas, aunque capaces de relacionarse en redes muy potentes para contribuir a un mundo que sea más igualitario y justo. Su visión utópica del futuro es una en la cual el gobierno ofrece un contexto de base que permita a sus ciudadanos florecer asumiendo varias de las funciones tradicionales del Estado.