Se suele medir la aceleración tecnológica por el tiempo que le demora a una innovación relevante alcanzar 50 millones de usuarios. Fueron 30 años para la radio y 13 años para la TV. El teléfono inteligente los logró en apenas un año. Y en la actualidad, las redes sociales permiten que una nueva aplicación ingeniosa pueda, en pocos meses, alcanzar no ya 50 millones sino 500 millones de usuarios.
Un libro reciente -No Ordinary Disruption- escrito por directores del McKinsey Global Institute concluye que, en adición a la aceleración tecnológica, son tres las principales tendencias transformadoras de la economía global: el envejecimiento de la población, el crecimiento y urbanización de las economías emergentes, y nuevos flujos en el comercio, las finanzas y la migración de personas.
Con una mayor esperanza de vida, es obvio que de no lograrse un aumento significativo en la productividad laboral, las personas que trabajan tendrán un costo adicional, el de atender a una población mayor que vivirá más años a un mayor costo. De otro lado, las computadoras y los robots podrían, para el 2025, reemplazar 200 millones de empleos de trabajadores del conocimiento. En tal sentido, durante las próximas décadas puede darse, si no está sucediendo ya, que las personas con menores habilidades laborales terminen más pobres de lo que fueron sus padres, con las tensiones que ello generaría.
En el 2025, de las 200 ciudades más grandes del mundo, la cuarta parte serán chinas. Tianjin, para mencionar una, superaría a Suecia en PBI. Hay ciudades como Kumasi en Ghana, Santa Catarina en Brasil, o Foshan en China, que no muchos ejecutivos podrían ubicar en el mapa, y que sorprenderán por el dinamismo de su actividad productiva. Las ventas diarias de Alibaba en China -US$9,300 millones- ya triplican el comercio digital en todo EEUU. Esta mayor conectividad permite vender un bien en cualquier parte, pero también implica que la competencia puede venir de cualquier lado.