Hace una década, el noruego Knut Bjerke, yendo de vacaciones a esquiar, se puso a pensar sobre el espacio que le sobraba en el carro. De allí le vino la idea de Nimber, un espacio virtual para hacer interactuar a aquellas personas que requieren enviar algo -un llavero perdido, paquetes diversos, sillas y muebles, cualquier cosa que pudiera entrar en una van – con aquellas que pudieran estar yendo en esa dirección y que, ganándose alguito, podían comprometerse a despacharlo. En su país de origen, Nimber recibe ya 80 pedidos diarios, de los que atiende más del 80%. Por transportar una guitarra 440 km cruzando todo el país cobra US$65; por trasladar un sofá 225 km, US$100.
Recién en su etapa de lanzamiento, Nimber constituye un nuevo ejemplo de la economía del compartir, basada en el aprovechamiento complementario de recursos ociosos, con lo que se aumenta la eficiencia y se reducen los costos. Uber viene generando protestas de los dueños de taxis en Francia y China, Airbnb también ha generado reclamos y demandas de las empresas hoteleras que se quejan de la carencia de regulación en este mercado competitivo.
Nimber acaba de instalarse en Inglaterra, donde, por la mayor densidad urbana y menores costos relativos, aspira a reducir sus precios en 20%. Su página web destaca por su sencillez. Los clientes informan primero qué desean enviar y un algoritmo estima, con base en los datos de tamaño y distancia, un precio de referencia. La empresa tiene registradas a 3,000 personas con sus rutas y viajes regulares como posibles proveedoras y avisa a las que podrían interesarse. Por entrega acelerada piensan cobrar un recargo.
La competencia obvia es el correo, pero las dimensiones de la mayoría de los encargos no corresponden con las estándares. El contacto personal entre los clientes y los proveedores -cuya calidad se califica de uno a cinco- es considerado clave. Hay también un seguro de garantía hasta por US$750.
Habrá que ver cómo le va.