Lo que viene ocurriendo en Siria y el Medio Oriente entre chiitas y sunitas -cuyas diferencias se remontan a la muerte de Mahoma- es similar a lo que aconteció en Europa Central, en el siglo XVII, entre católicos y protestantes. La guerra civil en Siria dura ya cuatro años, más que la guerra civil española, pero la del siglo XVII, la más sangrienta registrada hasta entonces, duró treinta años (1618-1648) y sólo concluyó cuando la razón de Estado triunfó sobre la teología. La paz de Westfalia marcó el fin de las guerras religiosas en Europa. ¿Cuánto tiempo se demorará Medio Oriente en tener una paz similar?
Nadie podía imaginar, en 1618, cuando la protestante Bohemia se levantó contra el Sacro Imperio Romano Germánico, la carnicería que se iba a armar. Intervinieron en la guerra, por razones que a veces trascendían a la religión, España y Austria, Francia, Holanda, Suecia, Polonia, Rusia, Dinamarca, los principados alemanes, Inglaterra, Escocia y el Imperio Otomano.
Principalmente se peleó en territorio alemán entre ejércitos mercenarios. Nunca fueron la crueldad y la brutalidad tan extremas como cuando fueron aplicadas en el nombre de Dios. A la gente se le torturaba y quemaba viva sin mayor reparo. La población alemana se redujo en una tercera parte.
Philip Stephens, del Financial Times, hace una interesante comparación entre las dos épocas y recuerda que entonces las lealtades confesionales a veces eran arrimadas por ambiciones más seculares: la Francia católica, celosa de España y Austria, se alió con la Suecia protestante; la Dinamarca protestante intercambió bandos en no pocas ocasiones; los luteranos y calvinistas a veces se cuestionaban si Roma era el verdadero enemigo.
Recién en 1648 se restableció un nuevo balance geopolítico: Francia emergió victoriosa, el Imperio Germánico desapareció. La idea fuerza de los varios tratados suscritos fue que la religión no debería nunca más ser un casus belli. El Medio Oriente está aún lejos de ello.