Con título tan imponente, la historiadora Andrea Wulf ha nominado su biografía de Alexander von Humboldt (1769-1859), quien fuera uno de los personajes más famosos y admirados de su época. A los 100 años de su nacimiento -recuerda Sarah Darwin en el Financial Times-, Berlín declaró un día feriado en su homenaje; en Moscú, fue saludado como “el Shakespeare de las ciencias”; y en Boston, el poeta Ralph Waldo Emerson lo describió como “uno de los grandes asombros del mundo”.
¿Por qué el descubridor de la corriente marina que pasa por la costa del Perú y que resulta tan determinante en su raro clima no tiene hoy la misma fama? Según la autora, ello se debería a que los planteamientos de Humboldt son tan evidentes hoy, que se ha perdido el recuerdo de quien fue el primero en formularlos. Humboldt fue un explorador corajudo y el científico más famoso entre sus contemporáneos. Su vida fue intensa en aventura y descubrimiento. Escaló el Chimborazo, cruzó en canoa el Orinoco, atravesó la Siberia. Fue, tal vez, el primero en percibir a la naturaleza como una fuerza global interconectada y en predecir los riesgos de un cambio climático inducido por el hombre. Fue además un gran escritor. Transformó sus observaciones científicas en una narrativa extensa y valiosa, y sus escritos fueron celebrados por autores de disciplinas tan diversas como Darwin, Goethe y Thomas Jefferson. Wulf repasa la influencia de Humboldt en el mundo de las ideas de su tiempo. Conceptos como ‘evolución’, ‘revolución’, ‘ecología’, ‘conservación’ hubieran significado otra cosa sin él.
El menor de una familia prusiana aristocrática de dos hijos, Humboldt perdió a su padre a los 9 años. La falta de atención afectiva por parte de una madre rica y dominante lo hizo un gran colector de plantas, animales y rocas. El rey Federico el Grande le preguntó un día si, como su homónimo el emperador Alejandro Magno, pensaba conquistar el mundo un día, y el niño le contestó que sí, pero que con la mente.