Cada docena de años, los dos más grandes países de América Latina: México y Brasil, ambos entre los diez países más poblados del mundo, coinciden en sus campañas presidenciales.
En el país del norte, sacudido por las políticas aislacionistas y la muralla del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, las elecciones tendrán lugar en julio y el principal candidato –tomando en cuenta la derrota tan ajustada que sufrió en las elecciones del 2006 y 2012, así como la baja aprobación del actual presidente Enrique Peña Nieto– es el exalcalde izquierdista de la Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), candidato del Morena (Movimiento de Renovación Nacional). Con 33% de intención de voto (encuesta del diario El Sol), AMLO encabeza las encuestas en un país que no cuenta con segunda vuelta. Peña Nieto triunfó en el 2012 con 38% y, teniendo en cuenta la amplia gama de candidatos, no sería raro, esta vez, que con apenas un tercio de la votación pueda ganarse la presidencia.
En el intento por captar votos de centro-derecha, el PRI ha escogido como candidato no a un político de sus filas, sino a un tecnócrata prestigioso, José Antonio Meade, quien ha sido varias veces ministro —de Finanzas, Relaciones Exteriores y Desarrollo Social— con diversos presidentes del PRI y del PAN. Su actual intención de voto actual es de 30%.
Ricardo Anaya es el candidato de la coalición Por México al Frente, una alianza del PAN de derecha con dos grupos de centro izquierda, que aspiraría a bloquear tanto al PRI como a AMLO. Su actual intención de voto es 25%.
La exprimera dama Margarita Zavala (esposa del expresidente Felipe Calderón) se retiró del PAN cuando encontró resistencias a su nominación y podría eventualmente, de conseguir las firmas requeridas, ser una entre varios que correrían como independientes.
En Brasil, aunque el 80% de la población preferiría votar por nuevas figuras, y los jueces y los outsiders registran en las encuestas iniciales mayor aprobación que los políticos tradicionales, también sucede que más del 90% de la población asume que todos los partidos políticos son corruptos. El expresidente Lula, si el Poder Judicial no impide el 24 de enero su participación en las elecciones de octubre, encabeza las encuestas para ser nuevamente reelegido.
Ante las continuas denuncias de corrupción, muchos partidos vienen reformateándose, eliminando incluso el término partido de su nombre. De otro lado, los tres principales tienen la ventaja de obtener la mayor parte de los fondos públicos y del tiempo gratuito en la TV para la campaña. Ellos son el Partido do Movimiento Democrático Brasileiro (PMDB), del presidente Michel Temer; el Partido dos Trabalhadores (PT) de Lula; y el Partido da Social Democracia Brasileira (PSDB) del expresidente Fernando Henrique Cardoso. El PMDB carece de líderes que no se hayan visto afectados por el escándalo de Lava Jato. En el caso del PT, de no candidatear Lula, un posible candidato podría ser el exalcalde de Sao Paulo Fernando Haddad. El PSDB resulta el partido con más candidatos potenciales, entre ellos el gobernador de Sao Paulo, Geraldo Alckmin, y su alcalde, Joao Doria. Las nuevas figuras que acompañan a Lula en las encuestas preliminares son Marina Silva, una evangélica exministra de Ambiente quien se separó del PT y fundó Rede Sustentabilidade (REDE), y el congresista conservador y nacionalista Jair Bolsonaro, quien postularía por Patriota (PEN).
No resulta imposible que, en las principales elecciones del año en curso en la región, un populista de izquierda sea quien triunfe en México y un populista de derecha el que gane en Brasil.