Requeridos por el Financial Times, algunos economistas dieron sus visiones sobre el futuro. Jim O’Neill, quien desde Goldman Sachs introdujera el término BRIC, fue el más optimista. Para él, la crisis de 2007/8/9 se debió a que en EEUU hubo desahorro y sobreconsumo, mientras que en China se consumió muy poco y se ahorró demasiado. Ya dichas economías vienen ajustándose bien. El déficit en cuenta corriente de EEUU será, este año, inferior a 3% de PBI y el superávit de China un monto numéricamente similar. Antes de la crisis, el déficit era de 6% y el superávit de 10%. Por lo tanto, O’Neill cree que, con la excepción de Europa, al mundo le irá mejor en la segunda década del siglo XXI. Considera que EEUU se ha vuelto una economía más competitiva y que regiones como África, antes estancadas, vienen creciendo sostenidamente.
Martin Wolf, del propio FT, es más pesimista, especialmente sobre la eurozona. Plantea que dicho acuerdo podría colapsar. Considera que las depresiones en algunos países son realmente catastróficas, con tasas de desempleo superiores a los de la Gran Depresión, en economías cuya deuda pública es muy alta. La política de los países acreedores sólo ha sido otorgar el apoyo mínimo para prevenir un caos total. La demanda se encuentra postrada y difícilmente aumentará. Europa es la región que tiene actualmente el mayor superávit en cuenta corriente, lo que puede endurecer al euro, limitando así las exportaciones de aquellos países que empiecen a recuperarse. Ello podría condenar a países como España y Grecia a 20-30% de desempleo por varios años.
En dicho contexto, de eventuales riesgos, a Hélene Rey, profesora de economía del LBS, le preocupa lo poco que se ha regulado el libre flujo de capitales ante estos posibles cisnes negros. Los efectos tan adversos en México (94/95), Asia (1997), y más recientemente, Islandia, Irlanda y España, podrían repetirse y constituyen una espada de Damocles sobre esta recuperación.