En su reciente libro The Meaning of Existence, y a sus 85 años, Edward O. Wilson integra sus ideas sobre la especie humana: sobre cómo ella, junto a millones de otras, ha venido evolucionando, a través de procesos naturales, de formas más primitivas de vida.
Para Wilson, las religiones – escépticas respecto de la teoría de la evolución – resultarían paradójicamente una comprobación de la misma. La selección natural no funciona solamente con individuos sino también con grupos; y en la historia los grupos que mejor se reproducen son los que logran una mayor integración frente a terceros. Y la religión constituye el integrador social más poderoso de la cultura humana.
El científico reconoce beneficios obvios de la fe religiosa: los códigos morales que exigen el alivio del sufrimiento y el cuidado del vulnerable. Pero también se lamenta del sectarismo que ha inducido, ocasionalmente, a grandes religiones a causar daños innecesarios. Tal tribalismo podría limitar el realismo requerido para superar algunos desafíos globales.
Para Wilson, el tribalismo es una consecuencia de lo que denomina la maldición paleolítica: adaptaciones genéticas que por millones de años, cuando los hombres eran cazadores, funcionaron bien, pero que ahora no sirven para la convivencia y bienestar de una sociedad más urbana y global.
El autor, quien más sabe en el mundo sobre las hormigas, afirma que sólo hay unos 20 casos en la historia de la vida en que una especie desarrolla una inteligencia y un altruismo social. Se declara un optimista congénito sobre el futuro porque considera que el ser humano, a diferencia de los insectos, no es esclavo de sus instintos. Si bien nuestro comportamiento tiene un importante componente genético, podemos también pensar sobre las consecuencias de nuestros actos y decidir acorde.
Wilson predice que la neurociencia pronto mostrará el proceso físico de la conciencia, identificando los procesos por los que nos emocionamos y pensamos.