El Camino de Santiago es una ruta medieval de peregrinaje cristiano, que se asienta sobre una vía romana previa de carácter comercial, promovida por el papa Calixto II en el siglo XII y cuya relevancia sólo se compara a aquellas cuyo destino son Roma y Jerusalén. Empezó a declinar, primero, como consecuencia de la peste negra y, luego, a partir de la reforma protestante y más de una guerra.
En 1985, Elías Valiña (O cura do Cebreiro) renovó una Guía del Peregrino. Dicho año, apenas fueron 690 los caminantes. Dos años después, el camino fue declarado Primera Ruta Europea por el Consejo de Europa y Patrimonio Mundial por la UNESCO. La novela de Paulo Coelho El Peregrino es de entonces. En el 2010, Emilio Estévez hizo la película The Way. Y el año pasado, 275,000 personas recorrieron el camino, entre peregrinos —una mitad del total provenientes de 100 países— como turistas interesados en la cultura, la búsqueda espiritual y las caminatas.
La ruta francesa, una entre doce, resulta la más importante y preferida. Va de Roncesvalles en Navarra (Jean-Pied-de-Port, si se empieza en territorio francés y se cruza los pirineos) a Santiago de Compostela y Finisterre (fin de la tierra) en Galicia, pasando por Pamplona, Logroño, Burgos y León. Son 780 km de territorio, en su mayor parte plano, que suele caminarse en cuatro a seis semanas. Hay ‘turis-grinos’ que escogen para caminar y conocer sólo las etapas más valiosas de la ruta y hacen el resto en bus o tren.
La concha, tan común en las playas de Galicia, constituye el símbolo del camino y se le ha utilizado para señalizarlo, esfuerzo muy bien logrado. Hay que ser muy distraído para perderse caminando solo. También se expide una credencial del peregrino, que funciona como un pasaporte y que va sellándose en cada parroquia, albergue y taberna de la ruta. La Iglesia otorga indulgencias –que contribuyeron mucho a la reconquista española— a quienes demuestren 100 km de camino a pie o el doble a caballo o bicicleta.
Existieron, desde el siglo XII, órdenes y santos —como Domingo de la Calzada— dedicados a asistir a los peregrinos del camino en hospitales y monasterios. En Flandes, desde la Edad Media, rige una tradición anual, por la que se condona la pena a un criminal con la condición que emprenda el Camino de Santiago. Cuando quien fuera luego presidente de EEUU, John Adams, llegó a Europa a buscar apoyo para la independencia de su país, desembarcó en Finisterre y recorrió, hasta París, la ruta invertida del camino.
En la ruta
Los albergues de peregrinos cobran de seis a diez euros por pasar la noche y un tanto igual por la cena. Son administrados por parroquias, órdenes religiosas y municipios. Hay por cierto, para los turistas con suficientes recursos, paradores tan famosos como los de Burgos (donde el Mío Cid está enterrado en su preciosa catedral) y León, así como el célebre Hostal de los Reyes Católicos en Santiago, que funciona como alojamiento desde el siglo XV.
Impresionan los varios ejemplos de arquitectura románica religiosa dispersos por el camino, algunos sorprendentes, así como ciudades pequeñas y amuralladas como Laguardia, lugares de encuentro entre rutas, como Puente de la Reina y Astorga, donde el catalán Antoni Gaudí diseñó el palacio episcopal; y castillos como el de Ponferrada de la orden de los templarios. Desde Monte do Gozo, en la última jornada, se puede vislumbrar a 5 km, las torres de la catedral de Santiago, donde todos los días se oficia una misa para los peregrinos a mediodía. En ella, desde hace casi mil años, después de la comunión, se pone en operación el botafumeiro, que como trapecio humeante puede desplazarse a 70 km/h. Sólo se ha caído dos veces: una, en 1499, delante de la princesa Catalina de Aragón, en que se estrelló contra una puerta de la catedral; y en 1622, cuando una cuerda se rompió y cayó al suelo. Más recientemente, el siglo pasado, le rompió las costillas y la nariz a un curioso que se acercó demasiado.
En la ruta, Pamplona celebra especialmente a Ernest Hemingway en diversos bares y en su plaza de toros (sorprende que un escritor sea tan festejado en ciudades tan diversas como Talara, Key West, La Habana y París). Y los vinos de la Rioja y Ribera del Duero en Burgos sirven como antídotos poderosos para compensar el cansancio de las cotidianas caminatas.