Es usual referirse al ataque a las Torres Gemelas como un cisne negro, un evento con mínima probabilidad de ocurrencia que, al darse, genera consecuencias extremas. En una entrevista reciente en el Financial Times, Elisabeth Paté-Cornell, profesora de ingeniería de la Universidad de Stanford, hace ver que esta interpretación peca de simplista. Ya en 1994, un grupo de terroristas islámicos había logrado capturar un avión Air France (el vuelo 8969 de París a Argelia) y las autoridades de EEUU, poco antes del 11 de setiembre, recibieron la alerta de que personas sospechosas venían tomando clases para manejar grandes aviones, casi únicamente preocupadas en saber cómo se levantaba vuelo. El 09/11 ocurrió –según Paté-Cornell– por errores evitables. Como ejemplo de cisne negro, ella prefiere referirse a la aparición del sida.
No es infrecuente que las empresas usen los conceptos cisne negro y tormenta perfecta como excusas por un planeamiento inadecuado. Tal vez las gerencias deberían pensar más como ingenieros y realizar un análisis de riesgo sistémico que tome en cuenta la probabilidad y la interdependencia de los posibles escenarios.
Por tormenta perfecta se describe una combinación acumulativa de eventos raros adversos. Pero es común, en las empresas, pasar por alto la interrelación de elementos que muchas veces son considerados independientes cuando no lo son.
Un buen planeamiento requiere de suficiente imaginación porque hay malas cosas que pueden coincidir. Y algunas de ellas son consecuencia de errores humanos, no del azar. Y cuando se cometen errores, es común distraerse y, consecuentemente, estar vulnerable para cometer otros adicionales.
Cuando se recurre demasiado a cisnes negros y tormentas perfectas para explicar los malos resultados puede deberse también a que la plana gerencial no conoce bien la teoría de la probabilidad. Y no son muchos los programas de MBA que lo han enseñado debidamente.