Comenta David Brooks en el NYT que si bien muchos padres son conscientes de la importancia de inculcar carácter en sus hijos, la mayoría de los programas sociales estatales para combatir la pobreza no lo toman en cuenta.
Un reciente informe del Brookings hace hincapié en que muchos programas asistenciales de gobiernos de izquierda o derecha suelen tratar al individuo como un ente abstracto cuyo destino depende más de estructuras o de incentivos que del propio comportamiento. Sin embargo, el impacto de aquellos programas sociales que no contribuyen a inculcar valores como la perseverancia y la prudencia resulta efímero.
El autor del informe, Richard Reeves, plantea que en los logros académicos, profesionales o empresariales, el empeño y el autocontrol influyen tanto o más que el talento cognitivo.
Y hay, según Brooks, cuatro maneras de contribuir a formar el carácter. Los programas asistenciales deberían incorporarlas en su diseño:
Primero, mejores hábitos. Cuando se logra cambiar el comportamiento, se avanza también en la disposición de las personas a progresar. Quienes aprenden desde temprano a ejercer pequeñas acciones de autocontrol son luego capaces de responder con mayor consistencia ante situaciones de crisis. Los investigadores de la educación están revaluando el impacto que generan los simples buenos modales en los niños.
Segundo, las oportunidades. Es necesario ver una secuencia entre el sacrificio inmediato y un estado que mejorará a lo largo del camino. Esto es esencial en países como el Perú con grandes brechas sociales.
Tercero, los ejemplos. El carácter no se forma solo. Constituye una cualidad transmitida por mayores que superaron sus carencias.
Cuarto, los estándares. Induce al autocontrol una proyección previa de quién quiere uno ser.
La formación del carácter constituye un proceso idiosincrásico misterioso. Pero es posible ampliar la movilidad social y ayudar al logro de los sueños individuales o colectivos.